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Durante la Edad Media, las damas llevaban bolsitos en tela, a juego con sus vestidos. Pero los llamados ridicult (por su pequeño tamaño) no llegaron hasta los tiempos anteriores a la Revolución Francesa. Las mujeres se cosían estos bolsillos en el interior de sus vestidos de
corte imperio. También existían las limosneras, en lana y seda, que servían para llevar monedas y ofrecer limosna a los pobres de camino a la iglesia. En el siglo XIX, las campesinas y proletarias de la ciudad llevaban bolsos de mimbre para sus quehaceres diarios. Las señoras de la alta burguesía, por el contrario, no salían de casa sin su sombrero, una sombrilla y un bolso. Pero la revolución llega cuando las mujeres abandonan el corsé y en los años 20 hace irrupción en el mundo de la moda de la diseñadora Coco Chanel. En 1955 idea el bolso que se convertirá en su emblema: el 2/55, de piel acolchada, en color negro y asas de cadena. La mujer se incorpora al mundo laboral y necesita tener las manos libres, por eso aparecen los bolsos de bandolera. Luego llegaría la actriz Grace Kelly con sus grandes bolsos, en los que podía llevar hasta los guiones de cine, y Hermès diseñó un bolso que todavía lleva su nombre. Otra musa fue Jacqueline Kennedy, con un mo delo (llamado Jackie O) de Gucci, en 1972. Una década más tarde, otra actriz haría que Hermès le diseñara el llamado Birkin. En 1995 llegaría el Lady Dior, en honor a Diana de Gales. En la actualidad, el bolso existe de mil y una formas, estampados, lisos, en piel y otros
materiales. Además de imprescindible se ha convertido en elemento cotidiano y glamouroso. Mujeres y también hombres se lo cuelgan del hombro para ir a cualquier sitio.

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